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marzo 24, 2022
Opinión

Disputa del sentido: la ideología en resistencia

samuel

Autor: Samuel Chacón

Antropólogo de la Universidad de los Andes, candidato a master en Comunicación y Educación de la Universidad de la Plata. Interes en Antropología de la imágen y las representaciones. Integrante dela línea académica.

Fotografías. Grafitis. Murales. Performances. Escudos. Batucadas. Banderas. Carteles. Música. Velas. Flores. Cascos. Malabares. Barricadas. Policía antidisturbios. Gases lacrimógenos. Tanquetas. Bolillo. Sangre. Fuego. 28 de abril de 2021. Diferentes organizaciones sociales convocaron una jornada de marchas y protestas para rechazar la reforma tributaria que se presentaba por el entonces ministro de hacienda Alberto Carrasquilla. En una entrevista realizada al funcionario este respondió que la docena de huevos costaba aproximadamente 1.800 pesos colombianos, cuando en la realidad rondaba los 6.000 pesos colombianos. La entrevista, oficiada por uno de los medios más cercanos al gobierno, irónicamente acrecentó el descontento social a su vez que ejemplificaba el desconocimiento de las realidades locales por parte del gobierno.

Sumado al ajuste fiscal, el trasfondo de corrupción no respaldaba la reforma. Este ministro, durante el gobierno de Álvaro Uribe (2002-2010), implementó un proyecto en el que se “perdieron” más de 440 mil millones de pesos perjudicando a 117 municipios del país. Sin embargo, el funcionario no se ha visto imputado legalmente tras estos hechos. Además, tras su renuncia al ministerio, se le otorgó la vicepresidencia del Banco de la República como un gesto de “orgullo” para el país tener a una persona de tal calidad en ese puesto. En este sentido, no había confianza en la institucionalidad por un amplio sector de la sociedad que se sentía ofendida y trasgredida por el gobierno obteniendo como respuesta las protestas en la calle.

Portal Resistencia 2 (autoría propia)
Parque de los Hippies (autoría propia)

Como es habitual, las jornadas de marchas fueron acompañadas por la represión de la policía. No solamente representada por el uso de gases lacrimógenos y dispersión de la manifestación. La policía, particularmente el ESMAD -Escuadrón Móvil Antidisturbios-, tomó licencias con acciones violentas que se escalaron desde el gas lacrimógeno, golpes, pasando por la mutilación ocular, las desapariciones, llegando al asesinato. Esto produjo un efecto mariposa -si puede ejemplificarse de esta manera- donde la brutalidad policial se respondió con nuevas participaciones en la calle. Este ciclo de violencia se extendió por más de tres meses de lucha en el país que permitieron el fortalecimiento o surgimiento de procesos creativos y organizativos – con sus propias contradicciones – en una intención de cambio social profundo.

Con este breve contexto esbozado, quiero desarrollar el presente ensayo bajo la reflexión de ciertos autores y cómo éstos dialogan con los hechos que se han vivido en el país. Para este objetivo, expondré las principales ideas propuestas por Stuart Hall (2010) en su texto El problema de la ideología: marxismo sin garantías alrededor de cómo se puede entender la ideología como un escenario de disputa. Un análisis que resulta pertinente para observar bajo este lente los procesos políticos de las protestas en Colombia. Luego, abordaré algunas reflexiones de Sergio Caggiano (2012) en su texto El sentido común visual para pensar sobre las imágenes en circulación y cómo estas pueden relacionarse con el movimiento social. Para ello, también quiero remitirme a las propuestas de Roland Barthes (2016) en su texto El mensaje fotográfico como marco conceptual para el análisis de imágenes que circulan en los medios. Luego, finalizar con algunas reflexiones de las tensiones y contradicciones que giran en torno a la ideología y la protesta social.

El ensayo de Hall (2010) ofrece un análisis pertinente sobre el marxismo clásico y cómo algunas de sus propuestas sobre la ideología necesitan ser revisadas con un enfoque más crítico dentro de la teoría materialista. En este sentido, menciona que el pensamiento marxista contemporáneo se ha centrado en la discusión filosófica y epistemológica. En consecuencia, se reduce al debate burgués alejándose de un posicionamiento político con objetivos transformadores. Esta apreciación de una teoría sin reflexión y sin praxis permite abordar el escenario en tensión del Paro Nacional con propuestas analíticas alrededor de lo que denomina el problema de la ideología como aquello que da cuenta de cómo surgen las ideas sociales, de cómo “las maneras en que ideas de diferentes tipos sujetan las mentes de las masas y, de ese modo, llega a ser una ‘fuerza material’” (Hall, 2010).

Además, para comprender este problema es pertinente tener en cuenta la definición que aporta el autor sobre ideología. Toma distancia de pensar a esta simplemente como un sistema de pensamiento para elaborar una propuesta al hablar de “los saberes prácticos, así como los teóricos, que permiten que las personas ‘entiendan’ la sociedad, y dentro de cuyas categorías y discursos ‘vivimos’ y ‘experimentamos’ nuestro posicionamiento objetivo en las relaciones sociales.” (Hall, 2010).  

Precisamente el Paro Nacional se ha configurado como un campo en disputa por las ideas, que a su vez tienen repercusión en acciones concretas. Existen oposiciones claras entre dos sectores visiblemente en disenso. Por un lado, el poder del Estado representado en un gobierno ultraderechista (según ellos son de extremo centro) que trasgrede los derechos de un amplio sector de la población. Por el otro, un grupo vulnerado que empieza a rechazar los atropellos buscando una alternativa ante la institucionalidad avasalladora. Es allí cuando se manifiesta una lucha ideológica y simbólica reflejada y encarnizada en el conflicto de las calles. Es una lucha por la supervivencia y existencia de miles de personas vulnerabilizadas, reprimidas por un aparato estatal (muy real) expresado particularmente en la policía.

Otro de los puntos revisados por el autor jamaiquino sobre la teoría marxista clásica gira en torno a aquellas propuestas que simplificaban el surgimiento de las ideas solamente y gracias a las condiciones materiales que las generan. Se centraban en el carácter de la determinación: el sistema económico dominante capitalista es determinante en las formaciones sociales; y a su vez, las ideas son efectos dependientes de ese sistema económico. Asimismo, dentro del marxismo clásico la ideología se reducía a lo denominado como falsa conciencia o distorsiones de la ideología como aquello que concentra su atención unilateralmente en la determinación estructural de clase (burguesa) y económica (capitalista) suprimiendo el carácter histórico y contextual que fabrica la complejidad que pueden adquirir las formaciones sociales: “los rasgos distorsionados o ideológicos surgieron del hecho de que asumieron las categorías de la economía política burguesa como el fundamento de todo cálculo económico, negándose a ver la determinación histórica [historical determinacy] de sus puntos de partida y premisas” (Hall, 2010). En otras palabras, la falsa conciencia como un mecanismo de herramientas limitado para pensar y experimentar el mundo desde un solo sistema de valores que, en el caso marxista, se restringe a las ideas del mercado y el capital. En el argumento marxista, una distorsión es una manera de ocultar y hacer menos perceptible algunas dinámicas que están incrustadas en el circuito del capital como la explotación del trabajo asalariado o la acumulación de la plusvalía por quienes no la han trabajado. Se excluyen estos elementos del circuito para mostrar la superficie más visible que gira en torno al mercado “regulado por sí mismo”.

mARCHA-DEL-SILENCIO-EN-cALI (noticias al día)
No solo caeran estatuas (autoría propia)

No obstante, para la clase burguesa no son precisamente distorsiones en la medida que están enmarcadas dentro de las estructuras de pensamiento con las que esta clase experimenta el mundo. De acuerdo con Marx, las distorsiones del pensamiento económico burgués remiten a la eternalización y naturalización de la idea del mercado: se desdibujan o desconocen los procesos históricos que fueron necesarios para alcanzar aquella etapa del desarrollo humano. Por el contrario, se incrusta la idea del sistema capitalista en la conciencia colectiva como un evento que siempre ha existido allí; y que además es el mejor imaginable. Como consecuencia de concebir esta ideología capitalista (o cualquier ideología) como un aspecto “natural” humano, se interioriza y apropia de tal manera que no se permite cuestionarla o ponerla en duda. Es allí cuando este sistema de pensamiento se extrapola a otras esferas de la vida cotidiana en las que intervienen ideas propias del sistema de mercado: las ideas de libertad, igualdad, propiedad y Bentham. (Hall, 2010)

Considero que esta última noción permea varios escenarios del contexto colombiano reflejando las tensiones existentes; haciéndose explícitas en la protesta social. Estas categorías económicas de libertad, igualdad, propiedad y Bentham adquieren un tinte político, cultural, moral e incluso jurídico: Libertad que no me vulnere mis intenciones de viajar a mi hacienda sin importarme el hambre del otre; igualdad en la que si hay subsidio para el pueblo pues para mí también (a pesar de tener privilegios); propiedad obviamente porque mis tierras improductivas llenas de ganado no se tocan, que ni se les ocurra expropiarme; y Bentham porque el individualismo que no deja pensar más allá de las narices propias es un común denominador en los contextos de desigualdad. Se hace más evidente que la clase dominante busca defender estas nociones de la economía como si fueran sus derechos propios de nacimiento. Y no precisamente los defiende a través del debate y la argumentación sino a través de la coacción. En el caso colombiano, particularmente una coacción a través de la violencia armada: “Plomo es lo que hay, plomo es lo que viene” arenga un señor en contra del proceso de paz en Colombia hacia el año 2019. Tristemente, tuvo razón. Frases como esta, de quienes se autodenominan gente de bien, son las que demuestran ese carácter ideológico distorsionado –que expone Hall– como pequeñas fracciones de pensamiento, incrustadas en la conciencia, que tratan de entender realidades más complejas.

Esto es lo que ha configurado el Uribismo[1] por más de 20 años en el gobierno (de manera directa como presidente o indirecta dando la pauta a sus sucesores) en amplios sectores de la sociedad colombiana. Grupos que están fuertemente alineados con ideas a favor de la propiedad privada, el libre comercio, la seguridad democrática[2] y en contra de lo que ellxs llaman “castrochavismo”, el fantasma del comunismo y el terrorismo guerrillero. Posicionamientos que están dentro de los marcos de la legalidad si se miran desde cierto punto de vista. Pero como mencioné arriba, son posicionamientos que se defienden ciega y violentamente. Consecuencia de ello, el resurgimiento de facciones paramilitares, del recrudecimiento del conflicto, el desplazamiento forzado, el asesinato de líderes sociales y el miedo.

No obstante, en años recientes el uribismo se encuentra en riesgo, en amenaza, ante una respuesta ideológica anti hegemónica atravesada por múltiples prácticas que permiten un abanico más amplio de posibilidad de subvertir o refutar las ideas de la clase dominante. En las últimas protestas se comenzó a dar una dinámica de uso del espacio público que tomó fuerza en redes sociales con el lema: Colombia antiuribista, propuesto desde el colectivo de intervención callejera Puro Veneno. En distintos puntos del país se hacían pancartas, pintura en el piso o grafitis con este mensaje para luego registrarlo y subirlo a redes. Aquí se ejemplifica lo que al final del texto Hall menciona como una lucha ideológica gracias y desde el discurso. El Uribismo no posee todas las esferas dominadas, no posee toda la verdad del país, y es allí cuando la inconformidad adquiere significado, potencia y resistencia.

Cerrando su ensayo, Hall aporta un interesante análisis desde el discurso y la lingüística para comprender en escenarios más concretos el problema de la ideología. Se pregunta sobre las distorsiones de la ideología y por qué se habla de una falsa conciencia. La concepción de ideas dominantes manejadas y cooptadas únicamente por la clase dominante ya no es viable. Las ideas fijadas permanentemente para y por una clase no tienen sustento en vista de la flexibilidad y multiacentualidad del lenguaje al que están circunscritas estas ideas. El campo de lo ideológico es un campo de “acentos cruzados” como expone Volóshinov (1973) citado por Hall, que representa un cruce de intereses sociales. Esto, en la revisión de Hall, aporta una mirada a la teoría marxista no como una garantía o una ley científica que puede ser medible y estandarizada sino como un escenario complejo con perspectivas abiertas a la reflexión. 

“Este enfoque reemplaza la noción de significados ideológicos fijos e ideologías adscritas a clase por los conceptos de terrenos de lucha ideológicos y la tarea de la transformación ideológica. Es el movimiento general en esta dirección (que se aparta de una teoría de la ideología general y abstracta), hacia un análisis más concreto de cómo, en situaciones históricas particulares, las ideas ‘organizan las masas humanas y crean el terreno sobre el cual se mueven los hombres, y adquieren consciencia de su posición, lucha, etc.’ (Gramsci)”. (Hall, 2010)

Ahora bien, desde las condiciones materiales que poseen ciertas clases sociales sí emergen ideas concretas que pueden reflejarse por fuera de su clase. Esto lo plantea Hall como alineamientos tendenciales. Estos alineamientos configuran históricamente las ideas que le son propias o más adecuadas a una clase dentro de la estructura social pero que son igualmente pensadas, vividas, y aceptadas por sujetxs pertenecientes a otras clases. No obstante, como se mencionó previamente, este carácter tendencial no significa una norma fija sino el desarrollo que históricamente ha estructurado el escenario para implantar ideas, nociones o conceptos. Estos procesos históricos van dejando huella en los imaginarios colectivos convirtiéndose en la materia prima que define el campo de la lucha ideológica. Este mismo campo se entiende como una forma de pensamiento histórico, popular, fragmentario que se nutre de prejuicios y concepciones de épocas pasadas y futuras. En otras palabras: el sentido común como ámbito del pensamiento práctico de las masas del pueblo.

“El ‘sentido común’ se convirtió en una de las apuestas sobre las que se debía conducir la lucha ideológica. En última instancia, ‘[la] relación entre el sentido común y el nivel superior de la filosofía es asegurada por la ‘política’ […]’ (Gramsci 1971: 331). Las ideas sólo se vuelven efectivas si es que, al final, se conectan con una constelación particular de fuerzas sociales.” (Hall, 2010)

Por lo tanto, la lucha por el sentido común es también una parte de la lucha por la hegemonía. La clase hegemónica no garantiza su poder dando por sentada una posesión de las ideas por default, por defecto, como si fuera natural y universal. Así, el proceso de la lucha ideológica propende asegurar que el bloque históricamente hegemónico se empareje efectivamente con las ideas dominantes para afirmar su permanencia en el poder. Esto se traduce mejor como un proceso de dominación hegemónica (Hall, 2010).

Esto último, en el caso concreto colombiano, se identifica en inclinaciones (porque es tendencial) hacia ciertas ideas o propuestas que van tomando fuerza dentro de un marco conceptual en el discurso y que se refleja en la práctica: qué es democracia para un grupo y qué para otro; qué piensa como nación un grupo y qué lo es para otro; qué se entiende como vandalismo en un grupo y qué entiende como vandalismo en otro. Como estos y otros ejemplos, no es una dicotomía entre blanco-negro, sino prestar atención a los matices. Ahora, como mencioné anteriormente, el bloque histórico del uribismo ha configurado un discurso que le resulta efectivo para perdurar en el poder. Se construye fácilmente la idea del enemigo interno que está representada en el terrorismo y personificada en diferentes actores como guerrillerxs, ambientalistas, indígenas, la izquierda política del país, mujeres organizadas, disidencias sexuales, etc. Así se ha justificado un discurso de la guerra que evidentemente se ve reflejado en prácticas de violencia y muerte del otre, no solo por parte del Estado, sino también por actores paraestatales respaldados por éste.

Es allí cuando la lucha por las ideas adquiere tanto valor. Si bien existen conflictos bélicos mediados por la tecnología armamentista –que representa millones de dólares para los intereses del capital– también presenciamos una guerra de cuarta generación (4GW) como ese fenómeno que a través de estrategias cercanas a la manipulación psicológica se disputa el valor de lo simbólico, de la distracción, la desinformación y la emocionalidad; es decir de la ideología. “la prensa del sistema es la encargada de silenciar cualquier opinión independiente, eliminar el debate y el disentimiento, para orquestar las respuestas emocionales en masa en función de sus intereses” (Aharonian, 2017).

En respuesta a esto se tramita y promueve una comunicación popular y alternativa como procesos de construcción colectiva y crítica que puedan resistir y responder al bloque mediático. Uno de estos procesos es la Asociación Colombiana de Comunicación Popular como actor que trabaja por la creación de un sector organizado alrededor de una comunicación contrahegemónica que haga contrapeso a los medios tradicionales. Como lo mencioné anteriormente, el campo del lenguaje y del sentido común permiten el cruce de acentos y de intereses. En Paro Nacional en Colombia emerge como un terreno donde las ideas dominantes se encuentran en jaque por el trabajo de miles de organizaciones que levantan su voz. Como indiqué en las primeras líneas del ensayo: Fotografías, grafitis, murales, performances, entre múltiples herramientas que construyen pensamiento crítico.

Esto se traduce en la existencia de una indeterminación que surge desde la lucha política permeando las prácticas. Si bien lo económico puede ofrecer unas categorías para pensar el mundo, no ofrece los contenidos de los pensamientos particulares ni asegurar qué clase social use y asegure correspondencias entre lo ideológico y lo práctico. Hay circunstancias materiales y condiciones de existencia que moldean el accionar independientemente de aquellas categorías que domina el pensamiento económico. Estas categorías tienen sus propias leyes de desarrollo, no hay una verdad o resultado predecible bajo la estructura de la ideología. Es aquí cuando Hall cierra su ensayo dando la importancia de una teoría marxista sin garantías que establece horizontes abiertos que rompa con las certezas teóricas (que no son científicas) para transformarla en incertidumbre que lleve a la interpelación política.

Colombia Antiuribista (Facebook Puro Veneno)
Apoyo Esmad (Twitter Gaula Policía)

Ahora bien, tras el análisis del trabajo de Hall y algunas observaciones sobre el sentido común quiero retomar algunas de las ideas propuestas por Sergio Caggiano (2012) particularmente por su enfoque en torno a las imágenes y cómo estas tienen relevancia en el escenario de protesta. En su libro El sentido común visual, puntualmente en el capítulo “Reposiciones e invenciones. La imaginación de mujeres en Internet” aporta un análisis pertinente alrededor de la construcción y recepción de las imágenes y fotografías de circulación pública con participación de mujeres. A su vez, quiero retomar algunas propuestas que Rolan Barthes (2016) apunta en el texto El mensaje fotográfico alrededor del análisis de la imagen fotográfica; puntualmente la fotografía periodística. El trabajo del filósofo francés ayuda a tener un marco conceptual de interpretación desde lo semántico y simbólico que permite entender la construcción histórica de las ideas, conceptos y significados que cargan las imágenes.   

Barthes se pregunta sobre cuál es el contenido del mensaje fotográfico y qué transmite la fotografía: en un principio se puede decir que la escena tal y como es, lo real. Por ello no es necesario segmentar esa realidad en unidades que permitan su análisis, no es necesario un código de interpretación. En este sentido, se dice que la fotografía es el análogo perfecto de la realidad y por ello es denotada. Un mensaje sin código y continuo en sí mismo. Al ser una réplica de la realidad no da lugar para el desarrollo de un mensaje secundario que permita una descripción ya que esto implicaría adjuntar un mensaje con códigos, es decir, una connotación frente a lo análogo.

Cabe aclarar que una fotografía periodística es “un objeto trabajado, seleccionado, compuesto, construido, tratado bajo normas profesionales, estéticas o ideológicas, que son factores de connotación”; también, “esta misma fotografía [es] leída, relacionada más o menos conscientemente por el público que la consume, con una reserva tradicional de signos” (Barthes, 2016). Esto construye una forma de incongruencia dentro de la fotografía periodística ya que existen dos tipos de mensaje dentro de ella: uno sin código (lo analógico fotográfico) y otro con código (el “arte”, o el tratamiento o la “escritura” o la retórica fotográfica). La connotación se convierte en una codificación de lo analógico obtenida a través de diferentes procedimientos o técnicas que se aplican sobre la fotografía: el trucaje, como intervención dentro de la misma foto; la pose, que se apoya en estereotipos o códigos para darnos a entender un mensaje dentro de la denotación; los objetos, que nos remitan a ideas o espacios; la fotogenia, que permite el embellecimiento a través del arte o los colores; el esteticismo, que construye la foto como una pintura artística; o la sintaxis, como un ejercicio de creación de connotación en una secuencia de imágenes para contar una historia. Sumado a estos mecanismos, el texto de la foto periodística constituye un mensaje parásito, destinado a connotar la imagen, donde esta ya no ilustra a la palabra. El texto densifica a la imagen llenándola de cultura, moral e imaginación. Por ello, el texto puede construir una connotación completamente diferente. Una misma imagen puede ser interpretada en múltiples sentidos dependiendo del texto que la acompañe.  

Así, este breve análisis sobre la imagen permite concluir en la insignificancia de la fotografía en la medida que la fotografía por sí misma no connota. La connotación es cultural, social e histórica y depende de cada espectador. Por eso, una buena foto periodística juega con el saber supuesto de sus lectores escogiendo fotos con mayor cantidad posible de información. Ahora bien, luego de esta revisión conceptualmente densa, hay que tener en cuenta que la creación de significados en las imágenes muchas veces se enmascara tras la “objetividad” de la denotación. Las imágenes no son neutrales. Por fuera del marco de la comunicación popular, por ejemplo, algunos medios internacionales hablan de la protesta del Paro Nacional como jóvenes en busca de sus derechos. Por su parte, medios nacionales hegemónicos adoptan la posición de titular las imágenes en noticieros del medio día como “vándalos”, cargándolo de todas las, precisamente, connotaciones negativas que tiene el ser representado como vándalo, terrorista o comunista en un país como Colombia. Lo paradójico es que ambos medios usan el mismo tipo de imágenes, lo que las densifica es el texto que las acompaña.

Retomando el trabajo de Caggiano, uno de los argumentos que comparto con el autor es la idea de las imágenes contrahegemónicas o alternativas como dispositivos que ponen en tensión, en disputa, la relación entre el espacio público y el espacio privado (Caggiano, 2012). No obstante, hay que reflexionar sobre los códigos o lenguajes que permiten o no participar, acercarse o ingresar a estos circuitos visuales evidenciado así el carácter político que pueden crear estas tensiones de las imágenes en lo público. Qué implicaciones tendría participar de esos lenguajes o no participar de ellos para construir una empatía o identidad con las imágenes que veo; qué tanto me interpelan. Por ejemplo, el autor expone varios escenarios de fotografías de mujeres que marchan por las calles en reivindicación de sus derechos.  “Lo que lo que testimonia en esas fotografías es la presencia de las mujeres en los espacios públicos en los cuales suelen no ser representadas o ser subrepresentadas. La confrontación visual es, desde luego, parte de una confrontación sociocultural y política mayor” (Caggiano, 2012). Qué efectos construye en el mirar (y en la mirada) a estas mujeres en espacios que históricamente se les ha vetado. No sólo la imagen me interpela sino la acción registrada también me remite o conecta a otros escenarios sociopolíticos.

Este ejemplo se extrapola al Paro Nacional. En este caso, particularmente las juventudes son quienes se toman el espacio público para incomodar a las hegemonías. Intervienen calles, edificios institucionales, estatuas, entre otros objetos y espacios simbólicos de la clase dominante para subvertir los significados que históricamente se les ha dado a los territorios marginalizados. Un caso concreto es el del Monumento a los Héroes. Un espacio que rinde homenaje a Simón Bolívar y que durante el Paro Nacional adquirió otro sentido dentro de la protesta. Se intervino, se pintó, se empapeló, incluso se destruyó para reapropiarlo y resignificarlo como un espacio de lucha. Esto, por su parte, era visto por otros sectores, y expuesto por los medios hegemónicos, como la vandalización de la historia nacional.

Además, Caggiano profundiza en su análisis para evidenciar ciertas contradicciones existentes en estos procesos de representación de las mujeres en las imágenes. A pesar de que sean alternativas en clave de sexo-género, omiten otros factores en términos de clase o de lo étnico-racial. Estos aspectos en los que se detiene el autor son elementos que aislados no dan pistas de las tensiones pero que en conjunto constituyen sentidos que se incrustan en las lógicas dominantes. Ejemplifica estas tensiones con dos fotografías o tipos de fotografía. Por un lado está el grupo de mujeres registradas dentro del escenario de las protestas en espacios públicos y por el otro un grupo de mujeres en los contextos barriales con un rol más desde el acompañamiento a procesos organizativos locales. En el primer grupo, que asiste a las marchas feministas, se ven mujeres de clase media-alta en relación con sus vestimentas, sus accesorios, su posicionamiento en el espacio e incluso su color de piel. Por su lado, las otras mujeres pertenecen a contextos populares de clase baja, identificadas también por sus vestimentas, escenarios, acciones dónde el carácter político feminista no es relevante. Se registran tipos diferentes de fotografías con tipos diferentes de mujeres.

Lo que se enseña a mirar está atravesado de juicios, estereotipos, imaginarios, supuestos. Es allí donde consciente o inconscientemente se construyen las imágenes en busca de, como lo expone Barthes, un mensaje fotográfico: el foco, los colores, las acciones (marchar en la calle o trabajo de base en los barrios), los rostros (expuestos en un grupo, más cubiertos en otro), niñes en escena (inexistentes en uno, visibles en otro), etc. Hay ciertos tonos o acentos donde, si bien hay un eje temático alrededor de las desigualdades de género y la representación de la mujer, se pierde la interseccionalidad de otro tipo de desigualdades. El ejercicio de Caggiano de reconstrucción de los sentidos en las imágenes evidencia la hegemonía aún presente en las prácticas alternativas.

Como el anterior ejemplo, existen múltiples en el contexto de la protesta social que están cargados de disputas y tensiones poco reflexionadas y autocriticadas. Un único grupo o clase social no tiene la total propiedad de las ideas. Esto se refleja en las contradicciones que hacen parte del terreno de la ideología y la representación. Quiero poner en cuestión cierta alrededor de la educación; que incumbe al movimiento social. En el discurso del sentido común popular dentro de las marchas se puede observar estas tensiones o contrariedades con cargadas de clasismo y descontextualización. Una de las arengas utilizadas durante las marchas reza de la siguiente manera: “¡Hay que estudiar, hay que estudiar, el que no estudie es policía nacional!”. Particularmente en los escenarios como Colombia una trayectoria militar/policial es el resultado de una necesidad (ya que el acceso a la educación superior está atravesado de obstáculos estructurales) y la participación en este tipo de instituciones resulta bastante viable. Ahora, esto no significa que defienda a esta institución cargada de violencia y odio hacia las juventudes. Es necesaria, y desde el movimiento social se ha solicitado, una reforma policial urgente. Aquí entran en diálogo estas tensiones y juegos desde el discurso, las representaciones y las connotaciones que circulan en el campo de la ideología. Cómo nos identificamos o posicionamos frente a ese otre que no estudió. Descontextualizar las luchas y procesos de gente sin educación formal y que aún resiste contra la hegemonía. 

Para finalizar, quisiera traer otro ejemplo más cercano a estos escenarios de la representación de la mujer. En estos contextos de conflicto se ha utilizado el cuerpo femenino y las expresiones asociadas a lo femenino como un territorio para ejercer violencia. Agentes de policía han ejercido violencia sexual y otras violencias basadas en género como herramienta de represión de la protesta. Se hacen denuncias ante organizaciones e instituciones defensoras de derechos humanos, sin que haya justicia y respuestas claras por parte de la institucionalidad[3]. Ahora bien, dentro del movimiento social, por parte de hombres que participaban como primera línea en el Paro Nacional se efectuaron este mismo tipo de violencias hacia las mujeres. Es allí cuando el discurso de igualdad y lucha por la vida se ve desdibujado y la hegemonía patriarcal se ve incrustada en los espacios alternativos y populares. Surge la necesidad de hacer una revisión dentro de nuestros procesos y generar espacios pedagógicos, de debate y de reflexión. Estamos en una lucha popular desde la ideología y en ese sentido no podemos replicar los discursos y las prácticas de la violencia patriarcal hegemónica. Si el sentido común nos tilda como vándalos no podemos caer en las mismas lógicas de atropello ante nuestrxs pares.

Referencias:

Aharonian, A. (2017) La cuarta generación: imaginarios, terrorismo mediático, guerras virtuales. En Aram Aharonian. El asesinato de la verdad (pp. 31-64) La Fogata Editorial.

Barthes, R. (2016). El mensaje fotográfico. Cuadernos De Cine Documental, (10), 86-98. Recuperado de:  https://doi.org/10.14409/ccd.v0i10.6040

Caggiano, Sergio. (2012). El sentido común visual. Cap. 3: Reposiciones e invenciones. La imaginación de mujeres en Internet. Buenos Aires: Miño y Dávila.

Hall, Stuart. (2010). Sin garantías. Cap. 6: El problema de la ideología: marxismo sin garantías. Popayán: Envión.

[1] El uribismo se entiende como una corriente política que defiende las ideologías representadas por (y en) el ex presidente de Colombia Álvaro Uribe Vélez. Se tiende a posicionar en el neoliberalismo, la ultraderecha y el populismo. Sin embargo, desde el partido político que éste mismo creó, el Centro Democrático, en ciertas ocasiones se posicionan a sí mismo como centroderecha.

[2] Por su parte, la Seguridad Democrática fue el estandarte del gobierno de Uribe al incentivar y expandir el pie de fuerza militar así como promover la autodefensa civil.

[3] https://mesadeapoyo.com/wp-content/uploads/2021/07/1.-Informe-CIDH-Version-publica-no-contiene-anexos1.pdf

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